4 señales de que voy a cumplir 44
Decía Carl Jung que "la vida realmente comienza a los 40", pero siempre que algo comienza, otra cosa termina...
La vida realmente comienza a los cuarenta. Hasta ese punto, sólo estás investigando.
Carl Jung
En unos días cumplo 44 años. Ahora que falta poco para tildar la primera mitad de esta década, con los 50 asomando en el horizonte, sigo sosteniendo que el paso del tiempo le sienta bien a mi espíritu -y creo ser parte de la regla-.
Los 40 se parecen a ese momento de la fiesta en el que se palpita el carnaval carioca: el maquillaje se corrió un poco, el peinado perdió su indemnidad y los pies empiezan a molestar, pero nada de eso importa, porque uno ya se relajó, bailó ese vals ridículo, saludó a todos los invitados, le preguntó por gente que apenas conocía…
Un momento más auténtico, con los formalismos cumplidos y la ansiedad por lo que va a venir apagada. Ya pasó la mitad de la fiesta, quizás un poco más, hay que aprovechar al máximo lo que queda.
Pero basta de metáforas, voy a reírme un poco de mí misma, algo que también aprendí con los años. Aquí 4 señales de mi edad:
- ¿Vestirse a la moda? Ya me olvidé qué era eso
Ya ni lo intento, me rendí, no sé lo que es vestirse con onda, vestirse cool, canchera, tanto que ni siquiera encuentro las palabras para describir qué sería vestirse bien. Sospecho que a las marcas en las que confiaba les pasó lo mismo que a mí, quedaron desactualizadas, viejas, ya no puedo sentirme segura por un outfit completo de Vitamina, ya no es garantía de nada -es más, probablemente sea garantía de que estoy vestida como una oficinista amargada de Puerto Madero-.
Carezco de referentes, las personas que marcan tendencia no tienen mi edad y las pocas que sí la tienen, pasean por Europa vistiendo sweaters de cashemere y usando carteras que cuestan casi lo mismo que el departamento en el que vivo.
Gracias al que inventó un término para los que usamos jeans y remera todo el año, ahora me visto a lo normcore, me guía el simplismo de Steve Jobs, pero en vez de Levi’s 501 llevo jeans de Ver.
-Cuando salgo llevo agua en botellas de 500 cm, no en esas cantimploras tipo termo que podrían calmar la sed de un ejército entero.
Reconocer a un +40 por la calle es fácil, si bebe agua de una botellita -en general plástica- o termito de medio litro, está en ese grupo etario. Los jóvenes llevan botellas térmicas que compiten con el tamaño de sus zapatillas, casi tan caras como un teléfono celular.
Desde mis 44 me parece un horror, un sinsentido, una incomodidad que encima encierra la posibilidad de olvidarla por ahí y haber perdido los 100 mil pesos que cuestan.
- Salir a la noche me lleva parte del día siguiente
A mí me gusta salir, por algo muy básico, soy inquieta, no puedo estar mucho tiempo en mi casa y si eso sucede me la paso haciendo cosas. Las actividades más tranquilas a la que dedico a mi tiempo son escribir y leer, pero necesito estar sola, por eso en compañía acomodo cajones y alacenas, separo ropa que ya no uso para regalar, hago una clase de yoga por YouTube, lo que sea que me mantenga activa.
Todo esto para decir que no soy de esas personas que prefieren quedarse en su casa a salir, más bien todo lo contrario, lo que sí empezó a pasar después de los 40 es que salir de noche y terminar tarde me obliga a dejar sin planes la mañana siguiente.
No importa si cuando me acuesto ya es viernes o sábado y puedo poner el despertador a la hora que quiero, ir más allá de las 10 me parece un crimen, un atentado a la belleza del día; si me levanto a las 11 ya arranco desviándome a la banquina. A veces intento hackear mis creencias de cuarentona decidiendo no poner el despertador, dejar que mi cuerpo mande; siempre pierdo, parece que a los 40 te insertan un chip que hace que te despiertes antes de las 9 bajo cualquier circunstancia.
Me levanto, entonces, como ese meme de la Barbie con el maquillaje corrido, la peor versión de mí misma. Apuesto, incluso, que mi organismo entero debe lucir así, si me hicieran ecografías en ese momento todas mis vísceras estarían revueltas y enroscadas, insultándome, preguntándome por qué les hice eso.
Y si a los 30 me fascinaba la capacidad de mi cuerpo para dar vida, hoy me alucina, recordar que alguna vez también fue capaz de ir a trabajar sin dormir y hacer que nadie, ni siquiera yo, se diera cuenta.
-A los 20 me preparaba para el futuro estudiando, ahora acumulando proteínas y desarrollando músculos.
Hubo una época en la que el futuro se escribía en la facultad, en los cursos, enviando CVs, ahora solo pienso en la masa muscular y en las articulaciones.
Índice glicémico, cortisol, proteínas, estrógeno, progesterona… términos que en mi cerebro estaban guardados en una cajita que decía “Biología 2 año (o cuarto, es lo mismo)”, ahora me interesan, importan porque pueden cambiar mi futuro.
Antes estudiaba, ahora hago ejercicios de movilidad para mantener sana la columna, prefiero una empanda de carne a una de jamón y queso para aumentar las proteínas, tomo un batido repugnante de ácido hialuránico para mejorar el pelo y las uñas, entreno cuatro veces a la semana para desarrollar masa muscular, medito así me baja el cortisol y hago yoga para moderar el estrés. Creo que era más divertido estudiar.
Me faltan 2 para los 40 pero me siento totalmente representada.
Excelente Paula!